domingo, 13 de agosto de 2017

"SALIENDO DE LA PISCINA DE VALENCIA HACIA VALDERAS", artículo de ÁNGEL AZNÁREZ (La Nueva España", 15/08/2017)




¡Gregoria! ¡Gregoria! ¿Qué pasa?


(Cuentos del reino secreto  de José María Merino)



Veo acá, alrededor mío, desde la suave altura de un cerro, entre Valdevimbre y Villamañán, respiraderos de bodegas subterráneas y majuelos de muchas vides, de tierras con suelo de piedras, de cantos rodados. Las uvas, de sabor y color intensos, se apiñan en racimos prietos y de bayas picudas que, después del vendimiario otoñal, en las comarcas leonesas de Valdevimbre, la ribera del Cea y los Oteros, resultará el vino rosado o tinto -según sea el “tiempo de sangrado”-, que se denomina “Prieto Picudo” (no confundir ese vino con la forma de ser, estar, incluso andar, “prieto y picudo” de muchos).


Vista de Valderas al fondo
Se dice que ese vino del Sur de León es bueno, algunos hasta que muy bueno. En Gordoncillo, población cercana a Valderas, y en Pajares de los Oteros, cerca de Valencia de Don Juan, los muchos asturianos que allí se desplazan, en las ferias respectivas de Agosto del “Prieto Picudo”, dicen que por muy rico hasta les hace olvidar la sidra. Eso no parece extraño, dada la menguada cultura vitivinícula asturiana, muy de chigre, de porrón y bota, de pellejos y garrafas de grueso cristal verde.
Miro allá, al Norte, a la Cordillera Cantábrica, separadora entre León y Asturias,  y veo lo mismo que vieron otros, antes y desde siempre, como el escritor José María Goy, el escritor de Puebla de Lillo y Boñar: “las Sierras o Valles de Laciana y Babia, los Picos de Europa y los de Mampodre, el Puerto de San Isidro y el pico Torres, y Ventanilla”. Contemplo primero las paredes montañosas de Asturias y León, con sus laberínticas hoces y desfiladeros, y luego, mas abajo y hacia aquí, sigo las planicies, páramos o llanos del Sur. Recuerdo las escrituras de tantos escritores como parió esa tierra, que hicieron de León y Provincia, además de un espacio físico, muchos otros espacios literarios, muchos más (Celama, por ejemplo). Excelentes literatos los leoneses, que no dejan de hacer ficción literaria cuando escriben su Historia o las historias de sus vinos –buena literatura y mala historia-.


“Espacio literario” es Volverás a Región de Juan Benet, La que no tiene nombre de Jesús Fernández Santos, El espíritu del Páramo de Luis Mateo Díez, El río del olvido Julio Llamazares, La Maragatería de Concha Espina, Del Bierzo y su gente de Ramón Carnicer. Y aquello también son las  poesías de los Panero, Crémer, Gamoneda, Basilio Fernández y hasta de Bernardino de Rebolledo. Un conjunto o genuino “Prieto Picudo” literario, estupendo. E inconveniente de León que, para disfrutarlo, haya que tener una biblioteca de compañera; la única compañera, que es silenciosa de verdad.


Castillo de Valencia de Don Juan
También hice memoria, mirando esas montañas y planicies, que fueron campos de mucho ajetreo y de batalla; tierra de frontera para cristianos (astures, leoneses, cantabros, vascones) y musulmanes del Al-Ándalus. “Tierra de nadie y de muchos”, también del Reino, primero astur y leonés más tarde; sufrió despoblaciones forzosas, luego repoblaciones de reconquistas, con primerizo Fuero (León) hace mil años (1107), ahora muy exagerado, festejándolo, hasta provocar risa. Por mi soleada cabeza volvieron a pasar  historiadores del Derecho como Sánchez Albornoz, don Galo Sánchez, García de Valdeavellano, Ignacio de la Concha y Carlos Prieto, último fallecido y muy reciente –pena aún viva-. En esos campos aprendí que la Pressura o Aprissio –tesis doctoral del profesor De la Concha- fue la formula jurídica o título de la repoblación, base del posterior e ignorado régimen señorial español.



Acullá, mirando al Sur, está Valencia de Don Juan, antigua Coyanza. En ese principio del Sur de León, muy al comienzo de los  “Campos Góticos (o de godos)” o Tierra de Campos, anuncian al Río Esla unos imponente chopos y unos sauces, conocidos como novios del agua, paleras o mimbrales. Y ahí se produce un singular fenómeno náutico, un autentico “Mundo del agua”, que así se llama; un mare magnum que se divide en atracciones acuáticas y servicios recreativos, muy utilizado por asturianos que, a diferencia de los de antes, llegan de Asturias a mojarse y no a secarse. ¡Redios!


Un palomar de Tierra de Campos
Las atracciones acuáticas incluyen “chorros de agua”, la “piscina de olas” y el “dragón Coyanza” (la piscina de la “Rana” debería incluirse en este apartado de atracciones acuáticas). Los servicios recreativos incluyen, entre otros, “la entrada” (que es distinta a la “salida de emergencia”), el “vestuario /WC” (nada se indica sobre el “WS”, acaso igualmente necesario), y el “chiringuito”, entre otros. Hay que añadir –esto es importante- que, aunque no figure en la lista de los servicios recreativos, existe una “bibliopiscina” raquítica. Y digamos que es importante saber tres cuestiones principales y muy útiles para disfrutar de una jornada náutica: a) que la botella del rosado “Prieto Picudo” se vende en el recinto náutico a 3,50 euros, b) que de conformidad con el Reglamento 1169/2011 y R.D. 126/2015 “del” 27 de febrero “se dispone de  información en materia de alergias e intolerancias”, y c) que existe, dado que hay concurrencia de asturianos, unas precisas normas para el buen funcionamiento de la terraza y comedor, “asegurándose que cualquier problema con su alimentación tiene respuesta”.   


Leo la carta de comidas del gigantesco “Mundo del agua”, y dudo elegir entre  un plato combinado (un plato a 6,50 euros) o el menú del día (dos platos y un par de euros más caro), si bien ¡cuidado y precaución! en el caso del plato combinado, las bebidas se cobrarán a parte, a precio de cafetería. Me doy cuenta de que al otro lado del Esla, hay una inmensa mole, que fue el castillo de Coyanza y que parece que de un momento a otro se va a desplomar, con estragos, sobre el “Mundo del agua”. Ante ese mamotreto o armatoste de castillo, Cela exclamó: ¡Qué coño es eso! Y entre sustos y congojas, sin apetito, digo adiós a unos paisanos de Laviana, ya leoneses por mimetismo, hasta el punto de haberse hecho socios de la “Cultural Leonesa Club de Fútbol”, ya en Segunda como nosotros, y que tiene un entrenador gallego muy inteligente, Rubén, que tiene la desgracia de que sus futbolistas “conviven en situaciones complejas” como el mismo dice.


Camino de cantos rodados
Ya en el llamado “auto de línea”, con la baca de maletero hasta los topes, a varios kilómetros ya en dirección a Valderas, cada vez más en Tierra de Campos y de sequía permanente, leo el siguiente cartel que se ve desde la carretera: “El Palomar, Residencial Golf. Lujosas viviendas con la mejor orientación y vistas al campo de golf”. Me río, como con ataque de hipo, de tan disparatado proyecto asturiano (apoyado por los financieros de éxito y de aquel momento, que siguen siendo los de ahora), que llegó a ser presentado en sociedad en el Campo de Golf de Castiello (Gijón). De él queda únicamente el cartel y un palomar paralelepípedo a lo lejos, sin pichón o palomino, sin paloma o pichona. Siguiendo en el “iter” se ve próximo, a la derecha, un pueblo denominado “Carbajal de Fuentes” y atravesamos otro que se llama “Fuentes de Carbajal”, cuyas casas ya son de adobe, que es una mezcla de barro y pajas en forma de ladrillo, fabricado por un adobero, modalidad que llaman de albañil popular (sólo conozco albañiles populares, no aristócratas).


Castillo de Valencia de Don Juan
Continuando en el Odiseo viaje, aparece al fondo una torre de Iglesia, que es la de Santa María del Azogue, que es de Valderas, cabeza de las “Siete Villas de Campos”. Don Cesidio Blanco, Historiador, Poeta, Rapsoda y Militar (todo mayúsculas) califica a esta población leonesa, de “Reina en la Frontera”; la última, a escasos cuatro kilómetros de las provincias de Valladolid y Zamora, llegando la erudición entusiasta de Cesidio a considerar que en Valderas está el origen de los primeros “Príncipes de Asturias”. En la Plaza del Obispo Panduro (y acaso también Sopaboba de apellido), encuentro a Zoilo Rueda, jubilado y propietario del “Canario”, restaurante afamado, también conocido como “La Meca del bacalao”. Zoilo, el que mejor preparaba el pulpo a la gallega en toda Castilla y León, mientras saboreo una exquisita paletilla de lechado, me da cuenta de que el bacalao lo trajeron arrieros maragatos desde puertos portugueses, y que las cocineras valderenses pusieron sólo la cazuela de barro, el pimentón y el sofrito de ajos.

Constato que la llamada “Semana cultural”, organizada por la Asociación “Altafría”, es muy intensa, pues el lunes hay zarzuela y el martes una conferencia coloquio sobre el “Tren Burra”. Visito, como siempre, primero el arco y la puerta mudejar, para no olvidar que España, antes de ser España, fue durante siete siglos musulmana; luego, por ser cristiano, rezo ante la Matrona de Valderas, la Virgen del Socorro, que es de las más milagreras, y cuya Novena empezará la primera semana de Septiembre. De eso, y porque don Pedro A. Grande Martínez, hijo de Roales de Campos, acaba de publicar un gordísimo libro (680 páginas) sobre Valdescorriel, seguiremos contando y cantando en nuestro viaje, camino de Benavente, como el Río Cea. También explicaremos lo del conejo del “Gatito”.

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