martes, 17 de noviembre de 2015

ESA MANÍA DE CAMBIAR EL NOMBRE DE LAS CALLES

FONTAINE SAINT MICHEL EN PARÍS
Es más frecuente de lo que se pudiera pensar que algún político recién arribado proponga el cambio de cierta calle que, por razones diversas, no esté dedicada al personaje de  su cuerda. Caso que no ha sido el  caso de La Merced, porque sencillamente trataron de colocar en su lugar el nombre de un político que fue como deberían  de ser todos: honrado. Es bastante triste que lo que debiera de ser lo normal –la honradez- se convierta en extraordinario. Pero démoslo por bueno: que le pongan la calle. Eso sí, sin cambiar ninguna. Mejor calle nueva.

PONTE SANT ANGELO EN ROMA
Mi madre, que tiene más memoria que yo, me contaba que al llegar la democracia uno de los mayores afanes de los nuevos políticos fue precisamente cambiar el nombre de las calles. Lo que tiene cierto sentido si se tiene en cuenta que muchas recordaban políticos de la dictadura. Pero, en ese trasiego de esta sí, aquella no, se colaron algunas propuestas que los dejaron con el culo al aire, que se dice vulgarmente. Hubo dos propuestas muy sonadas, y también reídas por quienes poseían algo más que una culturilla de andar por casa. Se propuso el cambio de nombre de la plazuela de San Miguel. Por supuesto quien propuso ese dislate nunca había oído hablar de Evaristo San Miguel, que ciertamente no era un santo como algunos pensaban. Otra barbaridad fue la propuesta de cambiar la calle de los Moros, alegando que dicha calle debía su nombre a los moros que habían luchado al lado de Franco. Ambas cosas fueron objeto de mofa durante algún tiempo. 

PLAZA DE SAN MARCOS EN VENECIA
Ahora un amigo bien intencionado me preguntaba por la red social que quién era Merced para tener una calle. Explicar que en ese lugar hubo un convento al que le debe su nombre en mil setecientos y pico, no me sirvió de mucho, porque mi amigo me espetó entonces que había que quitar los nombres de los santos a las calles, puesto que estamos en un estado laico. Según esto, se me ocurre que habría que cambiar las calles de  San Antonio, San José, Santa Lucía, Paseo de Begoña (por la virgen de tal), San Bernardo… Vamos que en un abrir y cerrar de ojos nos quedaríamos sin callejo. No quedó mi amigo contento y apuntaló su propuesta diciéndome que en Europa no existen calles de santos. Y una, que no está muy viajada,  tiró de san Google que todo lo sabe y encontró en París, en Italia, en Portugal…, calles, puentes, avenidas… dedicadas al santoral. La ciudad de  Santo Domingo, El archipiélago de las islas de Guadalupe (dedicada cada uno a una santo), la plaza de San Marcos en Venecia, los emblemáticos puentes de Santa Clara y Santa Lucía en la misma ciudad. El puente de Saint Nazaire en París, y un largo etcétera que no merece la pena mencionar. Nadie debería de olvidar que el cristianismo inundó de arte la vieja Europa y  que  ahora que somos laicos, ( Europa lo es)  no por ello vamos a tirar las catedrales, los conventos, los códices, las magníficas esculturas religiosas, los retablos barrocos… Cada cosa en su sitio, y que cada uno sea lo que quiera. Pero, por favor, no nos borren la historia, sería una pena.

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