martes, 6 de octubre de 2015

DE ÁNGEL AZNÁREZ PARA EL SEÑOR ALBALÁ

Muy estimado  Sr. Albalá:
Muchas gracias por haberme leído  y por sus reflexiones.
Verá usted: hace ocho meses, aproximadamente, al subirme al avión en dirección Asturias, el Comandante de la aeronave -al que le había firmado una escritura- me reconoció e invitó muy amable a hacer el viaje en la cabina.  Lo que más me sorprendió no fue el viaje en sí, desde tan privilegiado lugar, sino un libro que me mostró y que llamó el de “los testamentos aeronáuticos”.  Es el libro, tal como me dijo,  previsto para aquellos pasajeros que, en peligro de muerte, quieren testar ante el Comandante del avión, a semejanza del testamento marítimo ante el Capitán del buque, que éste sí regula el Código Civil.
Le confieso mi ignorancia hasta entonces  del tal testamento aeronáutico –ahora ya lo tengo muy estudiado-, aunque me sigue resultando  raro. Imagínese usted un pasajero muriendo, que pide al ocupado Comandante del avión soltar los mandos para escribirle el testamento, tan bien o tan mal llamado “últimas voluntades”. Créame que me resulta increíble, sobre todo después de lo del piloto alemán, y siendo requisito que el pasajero muera en el vuelo.
Si  eso me pasó en una cabina de avión, imagínese lo que me puede pasar en una cabina de tren de mercancías.  Hasta ahora subir a la cabina de un tren, ruta Puente de los Fierros –Busdongo, me está resultando imposible. Los de Renfe o Adif o no me leen –eso seguro- o no me hacen caso –más seguro  aún-. La cabina de un mercancías, meterme en ella, es lo que me falta, y bien que lo anhelo.  Y lo acredito: para llegar a Asturias, en coche, siempre paso por el Puerto de Pajares; almuerzo  primero  en Busdongo (en Doña María), y luego me paseo por el andén, enfrente, de la estación para ver  los trenes cargados con bobinas de Arcelor y una máquinas enormes y amarillas, iguales por delante y por detrás. La última vez,  el 10 de Agosto pasado, lo hice y de lo cual dejo unidas dos fotografías.
Estación de Busdongo
Yo creo que los maquinistas de tren deberían también llevar un libro de “testamentos ferroviarios”.  Pienso en la inauguración de la Variante y la cantidad de pasajeros que entrarán, por sustos, en peligro de muerte, con urgente necesidad de testar y ante el maquinista.  Ahora que el  Gobierno,  el de Madrid, está en  continua colitis y diarrea legislativa (véase el BOE hoy, ayer y antes de ayer), causadas por la cantidad de sapos verdes que traga, me dan ganas de proponerle regular el  testamento ferroviario.
Tiene usted razón, lo de subirse a una cabina de tren debe estar muy restringido, pues, además,  es sabido que los españoles somos sumamente respetuoso con las normas.  Yo prometo no decírselo a nadie y no distraer al conductor.
Lo dicho Sr. Albalá, que no tengo manera de subirme a una cabina ferroviaria,  y de ninguna manera le pido ¡Dios me libre! recomendación.
Reciba un abrazo, muestra de mi aprecio, y con ganas de encontrarlo por Oviedo, mi lugar de trabajo.

Fdo. Ángel Aznárez

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