martes, 9 de julio de 2013

"CIMADEVILLA: UN BARRIO CHINO CON CHINO ORIGINAL Y EL INVENTO DE LA FAMOSA LECHE DE PANTERA", artículo del periodista MANUEL DE CIMADEVILLA


La Cimadevilla que conocimos a finales de los años sesenta era todo un auténtico barrio chino con chino original que antes de la guerra civil arribó aquí desde París, antes del mayo francés aunque ya demostró aquello de que la imaginación al poder debía ser el lema de su casa. Chao Wey –que así se llamaba- aunque los parroquianos le rebautizaron con el nombre de Luis- montó un taller de farolillos, guirnaldas y adornos festivos de papel para verbenas y fiestas patronales, en la casa que en su día fue Ayuntamiento de Gijón en la plaza de la Soledad. En aquel mesón oriental que fue el primero de toda Asturias bebíamos sake y tocábamos la guitarra y lo que nos dejaban. 
La música tuvo siempre su importancia en el antiguo barrio de pesquerías. Primero fueron las habaneras y las guajiras tan bien cantadas por los marineros. Luego el famoso “Trío Covadonga” –Gerardo Tenreiro, Pepín Blanco y Paco Sandoval- arrasaba de lo bien que lo hacían. Eso fue antes de que llegaran los argentinos –como Mario Montes “El Indio”- marcando pautas, repertorios y sensibilidad. “Carrizo” –con murales de Carlos Roces-, “La Cabaña” y “El Gallo” fueron los puntos de encuentro de los nocherniegos. 
"RECUERDOS NOSTÁLGICOS DE GIJÓN" (foto del autor)
“La Cabaña” -“Ven cenao. Aquí no hay salsa, ni bacalao”- fue toda una institución que inauguraron “Los Morenos” –Mary Loly, Paco y Julio Rodríguez Salvanés- y adonde iban a tomar la espuela después de actuar los artistas que recalaban por acá, como Dodó Escolá, Gianni Ales o el todavía superviviente “Dúo Dinámico”. 
Noches inolvidables donde tomábamos "leche de pantera” –mezcla de ginebra con leche y canela que primero había que hervirla y después tras pasarla por la batidora fuese servida helada con polvo de la afrodisíaca canela por encima- se bebía, como antiguamente hacían los celtas antes de inventarse el vidrio, en vasos huecos de madera de cerezo –que fabricaba un artesano de Colunga. y que son los precedentes del ahora tan popular vaso de sidra de cristal. 
Tal éxito tuvieron aquellos vasos cilíndricos de madera que la demanda llegó a tal extremo que hasta se llegaron a vender de seis en seis y el gran escultor José María Navascués –siempre presenta en la movida gijonesa- con una especie de punzón taladro electrónico grabó en la madera la famosa receta de la leche de pantera. Y hasta se llegaron a agotar, debido a lo cual el artesano de Colunga que los fabricaba ante la escasez de cerezo los hizo de haya. El resultado no fue el mismo, claro. Uno de los que sufrió la mala experiencia fue el periodista gijonés Arcadio Baquero quien los compró de haya, pero en una fiesta en Madrid se descostraría, debido a que la haya no aguantaba ni una sangría. O sea que imaginemos lo que le pasó con la corrosiva leche de pantera, ante la atónita mirada de sus amigos en un guateque en la capital de España.
Hay muchos que se arrogan el invento, pero el genuino creador no podía ser otro que el siempre emprendedor Alfredo González quien publicaba todos los días un anuncio con su cocktail en “Voluntad” ilustrado con una caricatura suya. Y lo de emprendedor lo puedo escribir con el máximo rigor, ya que en Cimadevilla hasta se pudo presumir de haber tenido el primer club de jazz de Gijón –creo que el único-: el “Play Boy 1” que estaba en un pequeño local muy acogedor donde ahora se ubica “El Peldañu”. Su artífice fue el gran barman Alfredo González, pero el alma de aquel ambiente fue el barman Paco “El Abuelo”. 
Cuando Alfredo González abrió con su socio Ángel Junquera la discoteca “Play Boy 2” y empezaron la diversificación nocherniega traspasaron el local. Recuerdo que lo cogió la atractiva Elo –una de las camareras de la barra americana del “Paco’s”, propiedad de los ya citados hermanos Rodríguez Salvanés- y la primera decisión que tomó fue tirar a la basura los discos de jazz porque, además de que le estorbaban al ocupar mucho espacio la espléndida colección de vinilos, tampoco le gustaba aquella música tan aburrida.
Antes de la rehabilitación, la renovación hostelera llegó al barrio de Cimadevilla de la mano de Fernando Martín, nuestro primer Premio Nacional de Gastronomía, quien mantenía entonces la tesis, antes de crear “Trascorrales”, de que el barrio antiguo de Gijón tenía más encanto que el de Oviedo -cuando montó, sin intereses crematísticos, sino más bien estéticos- al lado de “La Cabaña” y de “El Gallo”, “El Farol”, con paredes blancas al estilo del Sacromonte. 
Años después, Francisco Serrano Villar –de la estirpe de los populares licoreros- abrió en una tienda el minúsculo bar “El Páxaru Pintu” que fue todo un boom que complementó con la discoteca en el barco “Ciudad de Algeciras”, usado por las tropas fascistas que se rebelaron contra la Segunda República.

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