martes, 23 de abril de 2013

ALGUNAS MUJERES, ALGUNAS VECES, HACEN EL RIDÍCULO


Por supuesto, el título podría ser idéntico  para los hombres, pero no es de ellos de quienes quiero hacer el comentario en este momento. Éste viene a cuento por una vivencia que he tenido hace unos días.
Se presentaba un libro, una novela para ser más exacta, y su autor vino acompañado por su esposa. Cosa que es normal. Ahora bien, lo que ya no es tan normal es la actitud de la mencionada señora. He sentido vergüenza ajena y pasado muchas ganas de increpar a la dama por la situación un tanto ridícula y apurada en la que colocó a su marido con sus desafortunados comentarios. Se mostraba  el escritor, como casi todas las personas que escriben por hobby, poco interesado por el número de ejemplares que pudieran venderse con motivo de la presentación, y sí estaba atento al público asistente, a los comentarios… Creo que con ver su libro publicado y sentirse arropado por los presentes se sentía satisfecho -aclaro que se trata de una persona que ni vive, ni vivirá nunca de escribir-. Pero la mencionada señora erre que erre, que si esto de escribir no interesa si no da dinero, que no sabe muy bien para qué pierde el tiempo… y una sarta de estupideces que no reproduciré porque siento vergüenza ajena.  Intentaba, por lo que parecía, anular el minuto de gloria de este novel escritor, resaltando sus propios conocimientos que, por otra parte, parecían  muy escasos.Únicamente me pregunto qué hacía este escritor al lado  de semejante señora. Señora que, por cierto, parecía saber y entender de todo -eso creo que ya lo dije-, aunque desconocía algo tan elemental como es la prudencia y el respeto hacia su marido, a quien me imagino sólo unía aquello de “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”. Sentí pena por el escritor y rabia y vergüenza por la individua, no puedo llamarla de otra manera. Eso, en mi opinión, es violencia, aunque no medien agresiones físicas. No es la que sale en los periódicos, pero existe. 

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