domingo, 28 de octubre de 2012

"LA VENGANZA", ARTÍCULO DE VIRGINIA ÁLVAREZ BUYLLA publicado en "LA NUEVA ESPAÑA"


VIRGINIA ÁLVAREZ-BUYLLA La venganza es un plato que se sirve frío, pero no es a esa clase de venganza a la que me refiero yo. Nunca he sido una persona vengativa, prefiero poner tierra de por medio y evitar a esas personas que me han hecho daño. A veces tengo un poco de sentimiento de revancha, pero cuando le ocurre algo malo a cualquiera, aunque pertenezca al grupo que me ha causado dolor, no me alegro nada y lo siento por ellos.


Hoy me refiero a una película, «La venganza», protagonizada por Liam Neeson, una película francesa, filmada en inglés, con actores norteamericanos. Se narran una serie de hechos que cambian todos mis puntos de vista y me convierten en acérrima defensora de la venganza. Me regocijo cada vez que Neeson se carga a uno de los monstruos, secuestradores de chicas jóvenes de la película. Yo hubiera hecho lo mismo que él.



Es la historia de Bryan, un ex agente secreto que casi vive en directo el secuestro de su hija mientras ella está en París de vacaciones y hablando con él por el móvil. A partir de aquí se convierte en un frenesí con Bryan-Liam corriendo sin parar para salvar a su hija en las pocas horas que le quedan. Algunos críticos han querido ver a este personaje como una mezcla de Jason Bourne o mejor Kiefer Sutherland en la serie de televisión «24 horas». La historia es un poco rocambolesca, convirtiendo a Bryan en un héroe invencible que está en todas partes y todo lo puede. Liam Neeson, uno de mis actores favoritos y un gran actor, consigue hacer creíble este personaje todopoderoso que si no hubiera sido por él hubiera resultado de cartón piedra.


Este tema tan espeluznante de la trata de mujeres sobrecoge sobre todo porque ha venido sucediendo desde los albores de la humanidad y sigue existiendo hoy en día. A mí me parece totalmente increíble que un hombre pueda disfrutar con una mujer que no siente más que repugnancia hacia a él, cuando no asco; con una mujer que a menudo está drogada y es un cuerpo muerto; con una mujer que sabe o intuye que ha sido raptada, apartada de su familia y su vida y obligada a prostituirse.

Estos monstruos las secuestran a veces engañadas con la promesa de una nueva vida, otras secuestrándolas sin más. Quiebran su voluntad, con torturas, con drogas hasta convertirlas en puros guiñapos sin voluntad y sin vida. Pero lo que es peor, miles de hombres, millones de hombres las usan sin importarles nada. Esto es algo de la idiosincrasia de muchos hombres que nunca he podido entender. No sé si es cuestión de educación o si es genética. Está claro que mucho depende de la consideración que reciban las mujeres. Si el machismo impera y la mujer es considerada ciudadana de segunda categoría, los hombres actuarán a su antojo.

Recuerdo una historia que me contó un amigo que había viajado a un país sudamericano muy atrasado y viajaba como un indígena más en un transporte local. En una parada se subió una jovencita, casi una niña, el conductor la obligó a sentarse cerca de él y no paró de manosearla. La niña miraba aterrorizada pero nadie movió una mano para ayudarla.

En algunos países la policía lucha contra este estado de cosas y con relativa frecuencia se desmantela una red. También a veces policías de muchos lugares unen sus esfuerzos y sus experiencias sobre el tema. Pero todos sabemos que hay muchos puntos geográficos intocables.

Por ejemplo, los países árabes que tienen el petróleo y el poder, y que no tienen a las mujeres en ninguna consideración. Allí las encierran en sus hogares, las que tienen suerte hogares lujosos con las mejores ropas y joyas, eso sí escondidas debajo del hijáb, del burka, de mantos opacos y de colores tristes. También se sabe que compran o llevan mujeres bellas engañadas a sus harenes y no se vuelve a saber de ellas. Pero claro está, nadie se atreve a denunciarlo.

Acabamos de saber del caso de una niña de 14 años en Pakistán a quién dispararon en el cuello sólo porque escribió que quería ir a la escuela a estudiar.

En estos casos, yo como madre, abuela o simplemente mujer me transformaría y me dejaría llevar por mi rabia y mi dolor. Golpearía y mataría sin ningún remordimiento. Me convertiría en una leona herida sin miedo a morir.

Creo que seres embrutecidos como los miembros de las bandas de trata de mujeres no merecen vivir, ¿qué sienten ellos por sus mujeres, sus hijas o sus hermanas?, ¿les gustaría que alguien les hiciera lo mismo a ellas?, casi se entiende mejor a un asesino porque es mejor la muerte que este vivir sin libertad y sin esperanza.
("La Nueva España", 17/10/2012)

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