domingo, 8 de abril de 2012

SEMANA SANTA EN GIJÓN

Procesión en Gijón ( foto Joaquín Comins)

 Iglesia de San Pedro (foto Joaquín  C.)
Finalizó la Semana Santa, ese período que debiendo ser religioso -para ajustarse al menos a  su nombre- es más que nada vacacional. Por supuesto, no seré yo quien juzgue cómo interpreta cada individuo estos cuatro días de asueto y procesiones. No tiene para mí más significado que los recuerdos de  infancia, cuando de la mano de mi queridísima abuela recorría -al menos- siete iglesias, como mandaba la tradición. Vagamente guardo memoria de las carracas que los niños agitábamos con fuerza para ahuyentar al diablo, y el vía crucis alrededor de la iglesia del pueblo –siempre de la mano de mi abuela- y a don Félix, el cura de Porceyo,  -pueblo en el que ella vivía-, en una amenaza continua con el infierno. Nunca asimilé  eso del fuego eterno en el que arderíamos para siempre. Pero sí debían de entenderlo los parroquianos que cumplían a pies juntillas con los preceptos que imponía don Félix. Y de don Félix mejor no hablar, con el tiempo supe de sus peculiaridades cristianas. Pues eso, el silencio es lo mejor. Pese a todo, no creo que esté ardiendo en el fuego eterno, si Dios está en alguna parte –que seguro que sí, que mora en el corazón de la gente buena, y ya es suficiente- no ha de ser un ser castigador. El castigo y la maldad es siempre cosa de los hombres, nunca de la divinidad. Pese a que, como digo, la Semana Santa no tiene para mí connotaciones especialmente religiosas, me gusta. Me gusta lo que significa, con independencia de lo que unos u otros hagamos. Me gusta visitar las iglesias y contemplar esas hermosísimas imágenes en las que grandes escultores (como Luis Fernández de la Vega, natural de Llantones) han dejado constancia de la tristeza del hombre solo y abandonado, de la bondad, del dolor de una madre,  de los sentimientos humanos. Es, a mi manera de ver, la Semana Santa un reflejo de la vida misma, que tiene mucho de dolor, de procesiones haciendo  camino, de vía crucis hacia la supervivencia. Ciertamente no para todos es  igual. En mi vía crucis yo duermo en mi cama y Juan lo hace entre cartones en los bajos de la antigua sindical; mañana  algunos nos incorporamos al trabajo, Jorge -y muchos más- seguirán mandando su currículo; y muchos viejecitos continuarán arrastrando sus huesos por la residencia de Somió u otra cualquiera sin ninguna esperanza, y… puede que no todos lleguemos a la Semana Santa del año que viene. Es lo que hay, decía con contundencia mi tía Sara cuando quería dar por terminada una conversación incómoda.  



Foto en la Iglesia de San Pedro de Joaquín Comins

3 comentarios:

  1. GUAPA.
    Chica no sé qué has hecho ni donde has estado esta Semana Santa, pero el caso es que estás de un “enguapecido” que denota claramente tu estado de felicidad.
    En fin, me alegro mucho por ti y mantente así.

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  2. Gracias, amigo/a, es una buena inyección de moral. ¿El secreto? Ninguno: lifting emocional. De vez en cuando viene bien desprenderse de esas cadenas que atenazan el alma para nada.

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  3. Hola !!!
    Cuanto tiempo sin saber del vecino bloguero. La verdad es que he tenido un mes regularcillo (entre una operacion de nariz, una gripe, y una esguince de caballo en el tobillo), la verdad que tenia pocas ganas de casi todo. Pero no es tan facil librarse de mi.
    Pues si, algunos (o mejor muchos) como yo, seguimos enviando curriculums, esperando y pidiendo a esas virgenes y esos "jesuses" que nos ayuden a salir adelante, tanto cada persona en particular, como todos en general, saliendo de la maldita crisis.

    Yo, educado en la religion catolica, es sabido que no soy especialmente creyene, y menos practicante. Pero reconozco que a veces en mis paseos, si veo una pequeña capillita abierta, suelo entrar para ver sus bellas esculturas de Virgenes, Jesus, etc. Y aunque, como dije, no soy muy creyente, al final siempre suelo pedirles algo.

    Pues nada, vuelvo a estar aqui con fuerza y ganas.
    Besos !!
    J.

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