domingo, 22 de abril de 2012

DÍA DEL LIBRO

Nunca un LIBRO osará llamarme gorda (otra ventaja)

Uno de mis mejores amigos se llama LIBRO. No tengo mejor compañero: me entretiene, me hace pensar , me permite soñar, me enseña hasta el límite que yo esté dispuesta a aprender, no siente celos si en mi mesita reposan varios, nunca se enfurece si encuentro otro más interesante y decido hacer el cambio, es capaz de permanecer en la esquina más recóndita de mi biblioteca durante años y recibirme siempre con la misma frescura, como si nuestro último encuentro hubiese sido ayer. Con él entre mis manos nunca caigo en la monotonía, puedo disfrutarlo una y mil veces si me apetece sin que nuestra convivencia se resienta. Lo puedo recibir de un amigo, se lo puedo regalar a una amiga: es acierto  seguro. Disfruto manoseándolos -en plural- en los estantes de las librerías, leyendo títulos, primeras páginas, calibrando su interés, ajustando el costo a mis posibilidades del momento... Es, puedo afirmar, la única comprar que no me resulta tediosa, y  en la que más tardo en decidirme.
 Se acomoda tranquilamente en el fondo de mi  caótico bolso, entre lápices de labios, libretas de apuntes, llaves,  cartera, pañuelos..., para acompañarme a la sala de espera del dentista, a la peluquería,  o al parque en las cálidas tardes de verano. Hoy, 23 de abril, DÍA DEL LIBRO, aprovecharé para adquirir un nuevo ejemplar -para cumplir con tan señalada fecha-  , aunque sea de bolsillo -por aquello de que estamos en crisis-,  y sin remordimiento. ¿A cuento de qué el remordimiento? Lo explico: en mi tableta hay  250 libros  que aún no he leído. No hay más comentario, y  que  no se entere Pablo que  fue quien puso a mi disposición esa facilidad de llevarlos todos  en un artilugio del tamaño de un cuaderno. No niego que ese nuevo formato me gusta, pero sigo adorando el soporte de  papel. 

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