miércoles, 17 de agosto de 2011

Y QUIÉN ES EL AUTOR DE LOS "DOMINGOS POR EL RASTRO"

Me consta que algunas personas que se asoman a mi blog siguen los artículos de José Marcelino, "Domingos por el Rastro". Y por algunas preguntas que me hacen veo que no lo conocen, por eso en el anterior le he puesto cara. Y hoy, brujuleando por la Red, he encontrado esta entrevista que le hacía en al 2009 Cuca Alonso que reproduzco para... para eso, para que le conozcan un poco mejor. Me consta que a José Marcelino no va a gustarle nada la idea: no me importa, porque si se publicó ya una vez, no veo por qué no puede publicarse dos: documento público, en todo caso.

JOSÉ MARCELINO GARCÍA FERNÁNDEZ POR CUCA ALONSO
Teólogo, escritor y ATS

Conocí a José Marcelino García hace varios años, cuando su esposa regentaba una pequeña tienda de regalos en la calle La Merced. Configuraban una pareja muy agradable, ambos eran buenos conversadores, y cordiales, pero pasado un tiempo aquel negocio desapareció y yo dejé de verlos. Había transcurrido más de una década cuando una mañana, en la tribuna de la capilla de la Residencia de Ancianos «Teresa Jornet», de Somió, un señor me saludó cordialmente; el coro de Antiguas Alumnas de la Asunción nos disponíamos a ilustrar la misa solemne de la comunidad. Terrible desconcierto, ¿de qué le conocía?, me pregunté. Seguí la charla con naturalidad, aunque con todas las antenas en alerta, y el enigma acabó por despejarse sin menosprecio de la persona; José Marcelino se está enterando ahora de mis dudas, al leer este comentario. Era el mismo de siempre, hablador, ágil de mente, espontáneo...
«Soy de Candás y me apellido Fernández-Luanco, ¡qué paradoja!, siempre procuré ocultarlo ante mis paisanos», dice con humor. En otras ocasiones su conversación destila nostalgia, pese al sufrimiento pasado. Su personalidad parece contradictoria, se alternan en ella la alegría y la pesadumbre, «he visto demasiadas tragedias en mi vida». Mayor de tres hermanos, Marcelino García vino al mundo, «a mediados del siglo XX», comenta sin más precisiones. Hizo sus estudios entre el Seminario de Oviedo y el Instituto Jovellanos de Gijón.
-Explíqueme esto, ¿acaso no está invertido ese orden docente?
-No, permanecí en el Seminario hasta los 18 años, y al abandonarlo tuve que convalidar los estudios y hacer la reválida en el Instituto Jovellanos de Gijón, en total dos años. Venía a Gijón todos los días desde Candás en aquel tren de Carreño que bordeaba los acantilados del mar. Mi título de bachiller está firmado por Sara Suárez Solís. Al terminar me fui a Madrid para estudiar ATS en la Facultad de Medicina de la Complutense.
-Pero a la vista de su currículum no se terminaron ahí sus estudios...
-Volví a Gijón y empecé a trabajar en el Hospital de Jove, y en la Casa de Socorro de la Carretera de la Costa. Conocí a los grandes médicos de la época, Blas Villaverde, Eusebio Mosquera, Juan Calderón y Barca, Jesús García Rendueles... Aquélla era una Medicina muy especial, incluso llegué a bautizar a algún recién nacido poniéndolo bajo el grifo; había mujeres que iban a dar a luz en una situación muy comprometida, y los niños nacían medio muertos, «corre, bautízalo, me decía don Jesús». En la Casa de Socorro, a veces se vivía un ambiente sórdido, todo terminaba allí; veíamos puñaladas, violaciones, borracheras, suicidios o intentos de suicidio, mordeduras de perros, o de los pavos del Parque de Isabel la Católica. Y un día decidí estudiar Teología
-¿Por qué?
-Había sido seminarista y me interesaban las cuestiones teológicas. Las cosas se facilitaron mucho cuando la Universidad Pontificia de Salamanca nombró al Seminario de Oviedo centro asociado. Esto significaba que podías licenciarte en Teología estudiando aquí. Para los exámenes, lo mismo, venía un tribunal de Salamanca a Oviedo.
-¿Para qué sirve un título de teólogo?
-Profesionalmente para poco, puedo decir que a mí nunca me ha reportado ni un euro, pero desde el punto de vista espiritual es un gran valor, aunque a veces puede llenarte de angustia. Hoy puedo decir que creo, aunque parezca absurdo. Me siento lleno de fe, pienso que la fe por sí sola es un milagro.
-¿Le cambio algo su vida profesional, la nueva licenciatura?
-No, durante 30 años, los mejores de mi vida, fui ATS de Aceralia, y en la actualidad ejerzo alguna responsabilidad en la Iglesia, de tipo pastoral, principalmente en Carreño. También he sido profesor de Cristología en el colegio San Vicente, formando a los profesores de Religión.
-¿Qué es la Cristología?
-Algo apasionante. Es la parte de la Teología que analiza la figura de Jesús de Nazaret desde el punto de vista humano y divino. La elaboración de este estudio se ha ido formando en la Iglesia a través de muchos años, y su curso acaba por resumir lo más bello de las concepciones humanas. Jesús de Nazaret es la personalidad más fascinante, más total, de la larga historia de la Humanidad.
-Se ha referido usted a las tragedias de su vida...
-Candás, en mi niñez, sufrió grandes naufragios, hubo muchos marineros que perecieron ahogados, incluso algunos de mi familia. Se vivía un ambiente terrible, de continuo temor, sobre todo en los inviernos. Por otra parte yo me había casado con una gijonesa maravillosa, Begoña Suárez, a la que usted conoció; era antigua alumna del colegio de La Asunción. Tuvimos dos hijos, Beatriz y Jordán. Pero... Begoña falleció a los 57 años como consecuencia de un cáncer que le produjo grandes padecimientos, aunque nunca perdió la fe. Está enterrada en el cementerio de Perlora, y en su lápida, por su propio mandato, está escrito: «Y después de este destierro muéstranos a Jesús». Hoy, afortunadamente tengo un nieto de cuatro años que ya es fanático del Sporting.
-¿Cuándo inició usted el camino de la Literatura?
-Siendo muy joven me presenté a un concurso de cuentos convocado por LA NUEVA ESPAÑA, con el título «Breve historia de amor y muerte». No resultó ganador, pero sí finalista y lo publicaron acompañado de un magnífico dibujo de «Falo». Yo tendría 19 o 20 años, y quedé entusiasmado. El cuento tuvo muy buena acogida, e incluso lo elogió Luciano Castañón. Más tarde tuve la suerte de tener como compañero de profesión y maestro a Luis Fernández Roces. Compartíamos hasta los turnos, y él escribía en sus noches de guardia. Allí, en Aceralia, nacieron muchas de sus grandes obras.
-¿Y cómo evolucionó su propia carrera literaria?
-Empecé a publicar cosas en los porfolios de las fiestas del Santo Cristo de Candás, al mismo tiempo que colaboraba en revistas de poesía. Publiqué mi primer poemario, «Mar en alborada», en 1988, y algo más tarde, en 1993, «Barrios de Candás», que constituye un paseo lírico por las calles de mi pueblo; fue prologado por Sabino Fernández Campo. Este año vi editado «El humo de los barcos», que aunque no es una obra poética completa la trilogía dedicada a Candás. En él describo recuerdos de mi infancia y juventud, vivencias de aquel Candás salazonero. El prólogo es de Carmen Gómez Ojea y las ilustraciones, incluida la portada, son preciosas, obra del célebre acuarelista Cuervo Viña. Todas las ediciones han sido patrocinadas por el Ayuntamiento de Carreño.
-¿Piensa seguir escribiendo?
-Sí, estoy preparando un libro sobre el rastro de Gijón; soy su visitador habitual desde hace años. El rastro configura un espacio mágico, conozco a todos los gitanos, a las aldeanas que viene a vender, a los chatarreros, los pillastres... Compro y tengo la casa llena de trastos. A veces se descubren piezas preciosas que están esperando que alguien las rescate para devolverles su dignidad. Pienso que los libros que están en el rastro han alcanzado la gloria, sólo es preciso mirar sus autores, Quevedo, Valle Inclán, Lope de Vega... Seguro que jamás se encontrará allí un libro mío.

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