jueves, 11 de agosto de 2011

CADENAS DE DEPENDENCIA

Nada me parece más cruel que las cadenas con las que algunas personas intentan amordazar corazones ajenos. Ese "te quiero" y por tanto, me perteneces, es lo más alejado del amor que uno puede imaginarse. Conozco algunos matrimonios tremendamente infelices porque uno de los dos se empeña en crear una relación de dependencia que no tiene más base que el dominio por medio del chantaje emocional, frases como "con lo que yo hice por ti", "yo que sacrifiqué mi vida por darte lo mejor", "por nuestros hijos", por... y eso, en realidad, no son más que cadenas, tremendas cadenas que atentan contra la libertad que es el amor. Ese sentimiento que si es auténtico no precisa ninguna atadura que sea necesario justificar con palabras. Pena me dan quienes no entienden que el amor no puede tener más cadenas que las que genera el propio sentimiento, que el amor no es una obligación que se pueda imponer. Y mucho menos con el destructivo chantaje emocional, con el fomento de los tan dañinos sentimientos de culpabilidad. Hay hombres y mujeres que convierten a su pareja en una propiedad, como si de un bien material se tratase. He presenciado en alguna ocasión situaciones que, amén de violentas, avalan lo que digo: matrimonios de compras, por ejemplo, discutiendo públicamente, quitándose la palabra frente a un desconcertado vendedor. "Tú te callas que no entiendes nada"es una frase bastante oída por los sufridores dependientes. También observo, principalmente ahora en verano, matrimonios sentados en una terraza que más bien parecen enemigos: caras serias, mirando no se sabe muy bien hacia dónde, en todo caso en dirección contraria a su pareja, de cuando en cuando alguna palabra en forma de gruñido, sin conversación, sin alegría: unidos probablemente por esa cadena que ellos consideran deber. Nos falta -en mi modestísima opinión- una formación para la vida, para, al menos, perseguir la felicidad y no anclarnos en esa infelicidad de reproches, de malas caras, de amargura. Es como si se nos hubiera olvidado que la vida es corta y que debemos intentar ser un poco felices, las miserias vienen solas, pero la felicidad hay que perseguirla, mientras no abandonemos la búsqueda seremos capaces de sonreir, de charlar, de compartir, una vez que quedemos anclados sin esperanza, y que consideremos que ese es el estado natural, que eso es lo normal, que es nuestro deber, ya lo habremos perdido todo. Seremos ese corazón oprimido por tremendas cadenas.

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