miércoles, 25 de mayo de 2011

HUCHAS DEL DOMUND, artículo de José Marcelino García

DOMINGOS POR EL RASTRO

A la orilla derecha del Piles (según va el río), casi ya en su desembocadura, acampa cada domingo este Rastro de Gijón con cosas que han ido sobreviviendo, no se sabe cómo, a las guerras y a los años. El Rastro tiene un perfume largo y memorial a bodega vieja, llena de los trastos que va dejando la vida y, cuando llueve, a leña mojada y a árboles sanadores. Hay en él una tertulia ambulante de un silencio de poca voz; tertulia de orden público, de gravedad y humorismo depurado y contenido de padres y maestros del cinismo y de la venta que, entre cada verdad y mentira, comen bocadillos de panceta, con cebolla pochada, del chiringuito del 'Dioni', y beben café caliente, en vasitos blancos de plástico, con cucharilla para revolver, que también lamen. En el Rastro, lento de andar y estraperlista, se ven a veces huchas del Domund. La España, orfeón de campanarios, menestral, rezadora y navajera, hija de tantas guerras, fue, entre otras cosas, una pura hucha del Domund. Huchas que, con sus caras blancas, negras, amarillas, cobrizas y malayas (de brillante cerámica valenciana) alegorizaban todas las razas del mundo que había que salvar para Cristo y su Iglesia. Nosotros ya estábamos salvados con nuestros catecismos, nuestras 'Flores a María', los primeros viernes y los escapularios de tela parda del Carmelo al cuello. Pero había que salvar a los chinitos de Mao, bautizar a los negritos del Congo, que Leopoldo, rey católico de Bélgica, masacraba enviándolos al limbo por millones. Y allí estaba Sagarmina (director nacional de Misiones) poniendo en formación por toda España su ejército bruñido de huchas del Domund, sonantes de calderilla, portadas por niños y niñas que se disfrazaban de indios y japonesas en los locales del Ropero Parroquial de Acción Católica.
Un cuadro más de la historia de aquella España que regresa a esta rinconada del tiempo, a este Rastro con su imaginario piadoso de huchas del Domund, escafandras para pescar en mares de otro tiempo, todas con su ranurita esperando una moneda con que ayudar a llenar la gloria de angelitos negros.

(Publicado en el diario El Comercio-25/05/2011)

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