jueves, 19 de mayo de 2011

"LICENCIAS" ORTOGRÁFICAS

Hoy es uno de esos días de pena. Y supongo que esa pena mía –que dice la canción- es la que siente quién se ve obligada a renuncia a su pequeña parcela de libertad día sí, día también. Me hierve la sangre y tengo que callar. ¡Qué lástima no ser joven! Para revelarme, para no ser consciente de que la rebelión no sirve para nada. ¿O… sí sirve? Quisiera que así fuera, pero en la experiencia que me dan los años he comprobado que lo único que se suele conseguir es cambiar poderes. Al principio puede resultar, hasta que se calienta el sillón, que sucede demasiado pronto. Eso de quítate tú, para ponerme yo se instala rápido. Y Vuelta a empezar. Los años pasan, pero nada cambia. Salvo uno/a misma, que se hace mayor y se llena de arrugas, en el alma más que en ningún otro sitio. Ahora tenemos a los jóvenes en la calle haciendo suya la consigna de un señor de 93 años, con un pasado de soldado, fugado de campos de concentración alemanes, y ayudante de los redactores de los Derechos Universales del Hombre, que les recomienda que se indignen como motor de cambio. Stéphane Hessel, que ha vendido más de 85.000 ejemplares de su libro “Revelaros”, les dice a los jóvenes: Mirad alrededor vuestro, encontrareis los elementos que justificarán vuestra indignación. Encontrareis situaciones concretas que os llevaran a una acción ciudadana fuerte. Buscar y encontrareis. Ya lo creo que no faltan motivos para la indignación, pero no sólo a los jóvenes que hoy están en la calle, no hay tope de edad para sentir ese malestar que producen las injusticias, la sinvergüencería de unos cuantos impresentables que se han apoderado del mundo. La moral, la religión mal entendida –y peor practicada-, los tan cacareados valores –que algunos no tienen, aunque los quieran aparentar-, los miedos que infunden a los ciudadanos, a los currantes de buena fe, a los pobres imbéciles que nos dejamos machacar, que reímos sus gracias y festejamos sus éxitos –a veces hasta quisiéramos ser ellos- sin darnos cuenta que se alimentan de orgullo, y de la sangre que nos chupan. ¡Ya!, que habéis notado que hoy estoy muy quemada. Pues sí: lo estoy. Lamento mucho no poder dar la razón, mil euros al mes me lo impiden. Pero no callaré para siempre; un día, el menos pensado, lo contaré, lo contaré todo. Puede ser hasta divertido, aunque no acostumbro a reírme de nadie, no es mi estilo, pero las ignorancias mantenidas pese a la evidencia son algunas veces muy propicias para la mofa. Hoy me han dicho que una falta de ortografía es una licencia -y me han obligado a escribirla-. Y yo sin enterarme de tal cosa, y a callar, que para eso me pagan. Nunca dejaré de ser una ignorante, eso no es novedad para mí. Estoy dudando si acercarme hasta la Plaza Mayor para hacer causa común con los jóvenes, para revindicar una licencia que me permita no tener que tragar carros y carretas. No cuento más, que se me entiende demasiado bien. Para que algo cambiase habría que empezar por barrer en la propia casa, convendría hacerlo desde abajo. No sé, es lo que pienso un día de cabreo, mañana... seguiré contemporizando, no digo por qué, ya lo he escrito más arriba.

1 comentario:

  1. Según la Real Academia:
    Licencia.(Del lat. licentĭa).

    1. f. Permiso para hacer algo.
    2. f. Documento en que consta la licencia.
    3. f. Abusiva libertad en decir u obrar.
    4. f. Grado de licenciado.
    5. f. claustro de licencias.
    6. f. Der. Resolución de la Administración por la que se autoriza una determinada actividad. Licencia de obras. Licencia de armas.
    7. f. pl. Permiso que dan a los eclesiásticos los superiores para celebrar, predicar, etc., por tiempo indefinido.

    De cara a la ortografia, ¿quien da las licencias? ¿Hay que solicitarlas a la Real Academia? Porque no lo entiendo muy bien.

    Osea, si a partir de ahora yo, porque escribo yo, quiero hacer lo que me de la gana, ¿lo puedo justificar diciendo que es una licencia?

    Johupa (bloguero de al lao)

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