lunes, 14 de marzo de 2011

LA VACA TUERTA QUE AYUDÓ A PACITA



La «Mujer campesina» de 2011, de 86 años y natural de Fonciello, montó una ganadería tras comprar una res a bajo precio para dar leche a su familia

Pacita, era hasta ayer una mujer anónima que nombrada Mujer campesina del año vio su historia -que pueden leer a continuación- en los medios de comunicación. Fue, sin duda, una mujer excepcional y representa a muchas más que también lo fueron al compaginar matrimonio y vida laboral y eso en una época en la que la mujer donde se decía que mejor estaba era en la cocina. Este es un tema sobre el que suelo conversar con frecuencia con una persona que defiende que esa circunstancia es lo excepcional, que lo más habitual es que la mujer se acomode tras el matrimonio y viva...del sudor de su marido. Como es lógico no comparto esa opinión. Es decir, para mí las mujeres que trabajan son las "normales", las que no lo hacen -con todos mis respetos- son la excepción, que no excepcionales. No importa el nivel social al que se pertenezca para incorporarse al mundo laboral y, por ende, a la sociedad, a la cultura, al mundo en una palabra. Afortunadamente son muchas más las que así lo entienden y poco a poco van quedando atrás esas "señoras de..." que como mucho ayudan a sus maridos haciendo de "floreros" en actos sociales. No hay nada más tedioso que acudir a una reunión y toparse con una de esas señoras que, amén de hablar mal y criticar a quien no es igual que ella, se pasa el rato hablando de modelitos, enfermedades infantiles y... todo tipo temas domésticos. Muy interesantes e importantes, sin duda, pero para eso, para el ámbito doméstico. No saben esas señoras el daño y el freno que sus actitudes -con "c", no con "p"- hacen a quienes intentan hacerse un hueco en la vida laboral para caminar al lado de sus maridos. Por desgracia, ellas son educadoras de hijas que si no tienen un punto de rebeldía tratarán de repetir el modelo visto en casa y luego viene la vida, que ya va por otros derroteros, así llegan los grandes fracasos. Pues ahí va la historia de PACITA y su vaca.


PACITA: MUJER CAMPESINA DEL AÑO

El espíritu emprendedor de Pacita Martínez, la «Mujer campesina del año» en Asturias, surgió al poco tiempo de casarse. Nació en 1924, en Fonciello (Lugo de Llanera), y a los 24 años contrajo matrimonio con Manuel, con el que tendría tres hijos. Trabajaba en el campo en todas aquellas tareas que les servía para procurarse una vida más cómoda. Por dos pesetas la hora, por ejemplo, iba con sus vecinas a «sallar» las tierras de un terrateniente. Ella ansiaba tener una vaca con la que disponer de leche para su familia y venderla para conseguir un extra en la economía familiar. «Era muy amañosa y como no contaba con el dinero suficiente compré una vaca tuerta que me salió a mejor precio», recuerda la mujer, de 86 años, «feliz» con el homenaje que ayer le brindó la Asociación de Mujeres Campesinas de Asturias en un acto que tuvo lugar en San Cucao de Llanera. A la vaca de Pacita Martínez le faltaba un ojo, pero la leche era tan buena como la de las demás y sirvió para que la mujer comenzara a construir una ganadería que llegaría a tener once animales. «Trabajé mucho y durante toda la vida», confiesa la campesina que hasta la jubilación consiguió que el ganado le diera una independencia económica que para ella fue siempre muy importante, algo que inculcó a sus hijos. El trabajo del campo le permitió conciliar la vida laboral y familiar y no sólo crio a sus tres hijos, sino que también ayudó a criar a sus tres nietos. Ahora disfruta a lo grande de su bisnieto Hugo, que tiene 11 meses. Pero el trabajo fue una constante en la vida de la mujer. Al ser la mayor de los once hermanos no tuvo más remedio que ayudar a la familia desde bien pequeña, no sólo en las tareas domésticas, sino también en las labores del campo. Su adolescencia estuvo marcada, como la de todos los jóvenes de la época, por la Guerra Civil y la miseria de la posguerra. Sin embargo, en el caso de Pacita Martínez, los sacrificios de estos años le sirvieron para reforzar los valores de superación y entereza, transmitidos por su madre, Filomena. La convirtieron en una mujer fuerte, convencida de la necesidad de trabajar para lograr la seguridad económica y labrarse un futuro más tranquilo para ella y su familia. Comenzó a trabajar muy joven fuera de casa. Como muchas mujeres de la zona, se empleó como portadora de barro para la fábrica de cerámica de Guisasola, situada en Cayés. Llevaba el barro en cestos sobre la cabeza. Era lo que llamaban «trabajar el cestu» y, aunque era un trabajo difícil, estaba bien remunerado pues se cobraba por cada cesto que se entregaba. También trabajó en una sastrería muy renombrada de Lugones en la que estuvo dos años «muy fructíferos», pues no sólo consiguió su primera cotización, sino que aprendió un oficio que le fue muy útil en el futuro. La vida de Pacita Martínez ha estado protagonizada por el trabajo, el sacrificio y la dedicación a la familia. Hoy tiene 86 años y todavía ayer mostraba en sus ojos ese afán de superación de las adversidades que constituyó el motor de su existencia.
(Texto de Gonzalo Bergoa publicado en LA NUEVA ESPAÑA)

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