domingo, 27 de marzo de 2011

DE NORMAL A EXTRAORDINARIO


No sé muy bien si el mundo está cambiando o si es que tiene que hacerlo. Probablemente uno no excluya lo otro. Como ciudadana de un espacio casi tan pequeño como un granito de arena del planeta Tierra, y a sabiendas de que la evolución no dependenderá de mí en ninguna medida, no me resisto a opinar siempre que tengo oportunidad. En realidad, más que por el hecho de manifestar lo que pienso -que sé a casi nadie interesa, exclusivamente a quienes me quieren- se trata de una búsqueda personal que me permita entender en qué cambiamos y qué debe exactamente modificarse en nuestra vidas. Tengo un amigo que me dice con demasiada frecuencia que siempre voy contracorriente, que para mí todo es blanco o negro -que me olvido de los matices del gris-, que siempre creo tener razon y..., algunas cosas más que lo único que hacen es confundirme y sumirme en un mar de dudas, fruto -supongo- de mis escasos conocimientos y de su superior condición social. La verdad es que sin proponérselo atenta contra mi autoestima y hace que me sienta una perfecta imbécil. No dudo que lo sea -no forma parte de mis preocupaciones- pero por eso siempre estoy buscándole razones a todo. No me gusta esa sociedad que mi amigo me presenta como normal, creo que aunque ciertamente existió, ha quedado atrás en nuestro país hace ya algunos años -pese a que queden, como en arqueología, significativos vestígios- . No me identifico con ese modelo de familia que no se soporta y permanece unida por el artículo de la Santa Madre Iglesia Católica, no me identifico con esas cadenas jerárquicas sostenidas a base de fuerza y poder, no puedo entender a las mujeres que ejercen de floreros de sus maridos por un plato de comida -o por un brillante, que me da lo mismo-, no entiendo esas hijas de papá que buscan un buen partido al precio que sea, y un largo etcétera. Pues bien, para mi buen amigo de eso es de lo que se compone actualmente la sociedad. Y cuando yo esgrimo mis argumentos, me responde que esos son casos excepcionales. Trataré de explicarme. Yo afirmo que mis compañeras de estudios -que no eran precisamente cuatro- han ejercido su profesión, compatibilizando trabajo y familia; que unas siguen casadas y otras con toda normalidad se han separado porque su matrimonio no funcionaba; que no recuerdo entre mis compañeras y amigas que ninguna pretendiese pillar novio para que las mantuviera; que no ejercen de floreros de sus maridos, sí de compañeras con identidad propia. Sostiene mi amigo que en España -en la actual- lo normal es que las mujeres se dediquen al cuidado del hogar, del marido e hijos (no es que él considere que debe de ser así, pero es lo habitual -dice-, y lo contrario son casos extraordinarios). Ante tan rotunda afirmación yo hago recuento a mi alrededor de las mujeres que conozco (amigas, vecinas, entorno...) y todas trabajan o están en el paro para su desgracia: buscando trabajo. Lógicamente alguna hay que, bien porque es demasiado mayor para incorporarse al mundo laboral, bien porque es una vaga que ha hecho del matrimonio una profesión cómoda, permanece en casa -la excepción que confirma la regla-. Y a esas mujeres, a las que trabajan, a las que han decidido ser parte activa de la sociedad, mi amigo las llama excepcionales. No lo entiendo, porque a mí eso es lo que me parece normal. Como normal me parece un buen estudiante -por su teoría sería extraordinario-, normal me parecen las madres jóvenes que compatiblilizan -junto con su marido-trabajo y educación de los hijos, normal me parece que un político sea honrado -ahora eso es algo extraordinario, ahí le doy la razón-, normal me parecen los padres que educan a sus hijos más allá de darles ropa, comida o plantarles delante de la televisión para que no den lata, pues parece que eso es extraordinario. Pues lo siento, no estoy de acuerdo. Ser buen estudiante, un político honrado, una mujer independiente..., es lo normal bajo mi punto de vista. Ser lo contrario no es extraordinario: es no haber evolucionado al rítmo que la sociedad requiere, es vivir anclado a un pasado de miedos, represalias, normas contra natura y un largo etcétera de tabúes impuestos por imperativo de un Dios - que dicen habla a través de su Iglesia- que nada dijo nunca al respecto y por unos gobernantes a los que interesaba tenernos bien "gobernados" para su propio beneficio. Un pueblo que no piensa o una mujer sumisa causan pocos problemas. Para otro día dejo lo que yo considero excepcional.

Creo que me he enrollado un poco y el texto... de andar por casa. Disculpas.

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