sábado, 18 de septiembre de 2010

HOY SE HARÁ LA ENTREGA DEL PREMIO "TIMÓN" AL ESCRITOR LUIS FERNÁNDEZ ROCES


LUIS FERNÁNDEZ ROCES gana el «Timón» para escritores en castellano
El autor de Pumarabule está considerado uno de los mejores cuentistas españoles


El jurado del I Premio «Timón» (para escritores asturianos en castellano) concedió por unanimidad el galardón a Luis Fernández Roces. La distinción, que consiste en una obra del escultor y ceramista gijonés Jesús Castañón, se entregará hoy a las 20.00 horas, en el centro municipal de La Arena, en el marco de las actividades de L'Arribada 2010.

Y hasta aquí la noticia. El texto que sigue se publicó con motivo de un homenaje que el Ateneo Jovellanos le hizo. Desconozco quien lo ha escrito, pero sí refleja quién es Luis.


Cuando los más sesudos críticos literarios de este país comenzaban a celebrar la llegada de la escritura latinoamericana representada especialmente por los “Cien años de soledad” del colombiano García Márquez; “Conversaciones en la catedral”, del peruano Vargas Llosa o “Tres tristes tigres” del recientemente desaparecido autor cubano Cabrera Infante, había ya aquí, en Asturias, trabajando a destajo y en silencio, un escritor a quien esos mismos críticos no dudaban, posteriormente, en encontrar muchas similitudes a los protagonistas del que dio en llamarse el “boom” de la América Latina.

Es posible que esos críticos estuviesen acertados al establecer líneas paralelas entre los autores hispanoamericanos y la obra que iba publicando Luis Fernández Roces, a quien el Ateneo Jovellanos rinde justo y merecido homenaje. No obstatne, es preciso dejar muy claro que nuestro escritor, que un día decidió dejar su Carbayín natal para venirse a Gijón, tiene, posiblemente, el estilo más personal de cuantos escritores españoles han sido revelación en las últimas décadas.

Pero vayamos primero a trazar una breve semblanza de la trayectoria literaria de Luis Fernández Roces, que comenzó escribiendo desde su pueblo para la prensa diaria en calidad de corresponsal y, por tanto, abordando desde la descripción de un accidente minero hasta la crónica de un partido de fútbol modesto. Ya en Gijón Luis comenzó, como otros muchos, escribiendo narraciones cortas, cultivando ese arte que algunos llaman menor, pero que algunos estudiosos señalan como el más difícil de los campos literarios.

Cuando, allá por el año 1969, nuestro homenajeado fue galardonado con el premio Hucha de Oro con su cuento ”La sonrisa que te llegaba”, el redactor de un periódico local ya desaparecido, contaba que no pudo, al leer en el teletipo la noticia, comunicarse con Luis, que estaba en su turno nocturno de Ayudante Técnico Sanitario, en la que por entonces se conocía como Uninsa. Ese redactor, amigo personal de Luis, fue a la fábrica de Veriña a las doce de la noche a darle la noticia y se encontró con que Fernández Roces ni siquiera quería contestar a un par de preguntas para el periódico porque él, aunque estaba muy satisfecho por la noticia, estimaba que no se merecía salir en la prensa. Ese es el auténtico Luis Fernández Roces, un escritor sencillo, que disfruta paseando por la calle y saludando a sus muchos amigos, que cultiva la amistad como un tesoro, al que, en definitiva, no se le han subido a la cabeza los numerosos premios alcanzados, tanto en cuento como en novela.

Cuando Luis acudió, fechas después de aquella noche en Uninsa, a recoger el máximo galardón de la literatura española en la modalidad de cuento al salón de actos de la Caja de Ahorros de Asturias en Gijón, con autoridades, invitados, periodistas y amigos abarrotando el local, después de los discursos de rigor de los representantes de la entidad organizadora, todos esperaban una también brillante disertación de Luis que se limitó a decir: “Señores, muchas gracias a todos por su presencia, me siento muy satisfecho por el premio que se me acaba de entregar. Muchas gracias”. Cuatro segundos. Exactamente cuatro segundos. Y se bajó con toda prontitud del estrado. Luis parecía pedir perdón por haber ganado. Pero no era una falsa modestia. Es que Luis Fernández Roces es así. Escribe como el maestro artesano, modelando, ajustando el lenguaje a sus ideas, tamizando lo que ve y observa, para transformarlo en auténtica su esencia literaria, para dejarlo todo grabado, a golpe de cincel, en el papel blanco.

Aquel mismo año Luis ganó también el premio de novela corta Ateneo de Valladolid con su novela “Ven y arrójate al mar”. Y unos años después conseguía el Ignacio Aldecoa por “Una voz callada en el silencio”. También le fue adjudicado el premio de cuento con más raigambre y solera de cuantos se convocan en Asturias: el de La Felguera, en 1974 con la obra “Sobre este cadáver de ceniza”. Por dos veces se alzó con el Premio Lena y también ganó el de Villajoyosa. En el año 1975 le fue adjudicado el premio de Novela de Torrelavega con “La arena de los ciclos”, obra que está aun inédita. Con “La Borrachera” alcanzó el Premio Asturias y en 1977 le ha sido otorgado el Premio Novelas y Cuentos con “El buscador”.

No hace mucho tiempo aún, Luis Fernández Roces nos deleitaba a los gijoneses amigos de la poesía con una lectura de una antología de su obra poética en el salón del Antiguo Instituto Jovellanos, en las veladas poéticas organizadas por el también poeta, Antonio Merayo, y allí hemos podido constatar, una vez más, que Luis es un autor que domina con la misma perfección la novela que la poesía. Pero donde más a gusto se siente y donde más dimensión y profundidad alcanza este gijonés de adopción es en las distancias cortas, es decir, en el cuento, del que es un auténtico maestro, reconocido por los jurados de la más variada índole.

Sin embargo a Luis Fernández Roces le ha faltado, quizá porque no es amigo de las relaciones públicas ni de pulular por los mercados y zocos editoriales, algo que hubiese sido fundamental para codearse desde hace mucho tiempo con lo más florido de la literatura española. Y ese algo es, sin duda, respaldo editorial. Pero de eso ya habló Luis en su día, y además públicamente, dejando claro que no le da la más mínima importancia al hecho –que para otros seria un drama- de que los editores no se lo estén disputando o metiéndole en sus nóminas. Luis es un escritor al que le basta eso, ser escritor. Y gran narrador que nos lleva a mundos, ya mágicos ya realistas, pero siempre con voz propia y con auténtica maestría.


Luis Fernández Roces (Pumarabule, 1935) es autor de las novelas El Buscador (Premio Novelas y Cuentos, 1977), La Borrachera (Premio Asturias, 1982), Diálogo del éxodo (Premio Casino de Mieres, 1986), El paraje escondido (Premio Alfonso García Ramos, del Cabildo Insular de Tenerife, 1988), La arena de los ciclos (Premio Torrelavega, inédita), y de los libros de narrativa breve De algún cuento a esta parte (Biblioteca Cajastur, 1990) y Ageón (Ediciones Trea, 2001). Estas dos últimas publicaciones recogen obras que obtuvieron premios tan relevantes como los siguientes: Hucha de Oro, Ciaño, Lena, Ciudad de Villajoyosa, Ignacio Aldecoa, La Felguera, Caja de Ahorros de León y Sara Navarro. Algunos de sus cuentos han sido recogidos en Pequeña antología de cuentistas contemporáneos (Universidad del Valle, Colombia 1975), Cuentos de autores asturianos, de María Elvira Muñiz (Ayalga, 1978), Antología de cuentistas contemporáneos, de Francisco García Pavón (Editorial Gredos, 1984) y Cuento español de posguerra, de Medardo Fraile (Cátedra, 1994). La editorial Trea publicará en breve su poemario Viejos Materiales

Luis Fernández Roces nació en Pumarabule (Siero) en 1935. Se crió en Carbayín (Siero) y reside en Gijón.

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